Pros y contras del aprendizaje móvil (mobile learning)

El aprendizaje móvil es, qué duda cabe, un asunto más del presente que del futuro. Todos, o al menos la gran mayoría, vivimos conectados de un modo u otro. La presencia masiva de smartphones, tabletas y dispositivos que nos permiten conectarnos a internet de forma móvil es un hecho. Más aún entre nuestros alumnos, para los que su teléfono es parte de su vida y de su personalidad. Por ello, el recurrir a dichos dispositivos es realmente fácil y tentador: no hace falta insistir a los alumnos para que se traigan el teléfono y lo utilicen. Son muchas las ventajas: inmediatez, disponibilidad, implantación,...

En el campo de las ciencias, como en el de otras áreas, la gran variedad de recursos hace del aprendizaje móvil una alternativa muy interesante. Poder acceder a vídeos, presentaciones, bases de datos, páginas web, imágenes, aplicaciones,... en tiempo real y en cualquier lugar permite deslocalizar el aprendizaje. También el uso de herramientas cooperativas permite extender el trabajo en grupo más allá del aula o del centro educativo sin necesidad de citas presenciales y con supervisión más directa e inmediata por parte del profesorado (siempre que estemos dispuestos a ello).

Sin embargo, encuentro que en muchos aspectos ni los alumnos ni nosotros los docentes hemos alcanzado todavía el grado de madurez suficiente. En muchos centros educativos, el mío entre ellos, el mero hecho de llevar el móvil a la vista puede suponer para un alumno su pérdida durante unos días o, si no quiere entregarlo, una expulsión equivalente en días. ¿Por qué se estima esto necesario? Posiblemente porque se les ha facilitado la herramienta desde años pero no se les ha educado sobre su uso correcto.

Una de las razones por las que se prohiben es, precisamente, su uso inadecuado: hacen fotos y videos de docentes y compañeros que, además, publican sin consideración alguna.

Otra razón es el hecho de que son dispositivos muy apetitosos para los amigos de lo ajeno y, por tanto, su custodia ocasiona problemas en el centro educativo.

También entiendo que los móviles han generado un nuevo tipo de clasismo: si no se tiene un móvil a la última. el alumno puede convertirse en un "apestado social".

Además, quiero resaltar el hecho de que todo esto depende de un hecho que casi se da por supuesto: el alumno (sus familias, en realidad) tiene suficiente poder adquisitivo como para poder costearse un términal móvil con su tarifa de acceso a internet correspondiente y que, además, puede renovarlo a medida que se hace necesario.

Más aún, las infraestructuras en muchos centros educativos son, todavía, antediluvianas y ni siquiera se dispone de redes inalámbricas con la capacidad suficiente y accesibilidad.

Por todo esto, creo que el aprendizaje móvil es algo muy interesante pero que, hoy por hoy, presenta inconvenientes que sólo el tiempo nos dirá si se pueden superar. Probablemente, cuando se hayan resuelto estos, habrán aparecido otros. El reto para nosotros es apasionante, porque si los alumnos son los actores principales, somos nosotros los que tenemos que ayudarlos en la tarea.