LAS COMPETENCIAS EN UN ÁMBITO DE COMPETIVIDAD.

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Ante todo queremos señalar, en vista de los orígenes de estos modelos, que no se puede defender un planteamiento educativo basado en unas competencias desarrolladas a partir de las demandas económicas y empresariales. Esto tergiversaría e impediría caminar hacia una finalidad educativa inclusiva, integral, y pensada para formar una ciudadanía crítica y solidaria.

Al hablar de educación, en nuestro modelo, por el contrario, estamos hablando de un bien social general, como la educación básica que debe preparar para desarrollarse como persona en sociedad y procurar la igualdad de condiciones. Parece, en este sentido, mucho más coherente basarse en los cambios, dinámicas y temáticas sociales, producidos por toda la sociedad y que afectan a toda ella.

En realidad, el sesgo y la influencia que pretenden los grandes intereses económicos en la educación general se dan al margen de que exista un desarrollo por competencias o no, como ya se iba evidenciando en los últimos cambios educativos. Tiene más que ver con la finalidad que se le dé a la educación: en base a unos intereses particulares o al interés general. En este sentido, es necesario pensar en si, a pesar de todo, es una “vía de sentido único” la que sigue el planteamiento por competencias. Existen definiciones y conceptos muy diferentes dentro de ese campo, a veces bastante confusos e, incluso, contradictorios. Esto hace pensar que se esconden finalidades muy diferentes y que es muy importante la forma en que se definan, se desarrollen y se incorporen (o no) al trabajo de los centros.

Para hacer un análisis completo habría que introducir, también, una referencia al sistema educativo del que se parte y analizar qué cambios se producirán en él desde la introducción de las competencias, para llegar a calibrar la relevancia de este planteamiento.

Desde un planteamiento general, existen una serie de peligros, a señalar, en la incorporación de competencias en los nuevos modelos educativos:

Es importante saber en qué se apoyan para su desarrollo. Dependiendo del tipo de competencias que se seleccionen, de cómo se definan (en tanto a saberes, formas de hacer, contextos y ámbitos en y para los que se ha de capacitar), cuáles se primen o cuáles ni siquiera se formulen, etc., puede que signifique romper con lo que existe pero para encaminarse hacia un sistema de refuerzo de la sociedad competitiva e individualista que hay hasta ahora. De ganar en perfección en el apoyo a los intereses que hoy dominan una sociedad injusta. Por el contrario, hacer un desarrollo curricular atendiendo a las “competencias básicas” de la persona podría suponer un avance en cuanto a favorecer una mayor funcionalidad de los aprendizajes, un tratamiento más integrador de los mismos y, al definirse como básicas, una forma de asegurar que toda la población las adquiera. Si se siguiera esta vía en la práctica podría suponer posibilidades de avance para apoyar un trabajo más renovador (o al menos innovador) en las aulas. Especialmente en los institutos de secundaria permitiría una forma de ir más allá de lo específico del área.

También es necesario reflexionar sobre la eficacia de este modelo, si no se da un cambio en lo fundamental del sistema educativo y sin un replanteamiento serio de la finalidad de la educación (tal como se plantean en la ley). Esto puede dar lugar a que se hagan intentos de enseñanza con más sentido o, por el contrario, que se refuercen algunos que ahora se llevan a cabo. Sobre todo si tenemos en cuenta que esos intentos parten de tener que salirse de la normalidad (ser la excepción, como hasta ahora), al conservarse inmutable lo fundamental del sistema.

¿Habría, pues, que olvidarse de llevar un planteamiento de competencias adelante? Quizá eso podría suponer mantener el sistema educativo actual con la desigualdad que conlleva y apoyar a los grupos de intereses sociales y económicos más “rancios” de este Estado. Asumirlas de una forma acrítica puede suponer avalar los intereses de los grupos sociales, económicos y de poder más “innovadores” pero que desean perpetuar y consagrar la desigualdad como la situación natural.

El futuro es hoy. Las necesidades y demandas que ha impuesto la "sociedad de la información", "sociedad del conocimiento", la "economía del conocimiento", o simplemente, los efectos culturales de la globalización, se hacen sentir en la vida de todos nosotros, cuando de modo silencioso impone desafíos que por nuestra formación convencional no estamos preparados para enfrentar.


Guy Le Boterf: “Un saber actuar, es decir un saber integrar, movilizar y transferir un conjunto de recursos (conocimientos, saberes, aptitudes, razonamientos, etc.) en un contexto dado para enfrentar diferentes problemas o para realizar una tarea”. “La competencia es una construcción, es el resultado de una combinación pertinente de varios recursos cognitivos (conocimientos, redes de información, redes de relación, saber hacer).

 

La pregunta recurrente es si el proceso de escolarización, inspirada en la actual Reforma Educacional que lleva 17 años de desarrollo, prepara a nuestros niños y jóvenes para los desafíos de la vida social que imponen los avatares de la posmodernidad. Deseamos creer que sí, aunque los hechos demuestran que la brecha entre la riqueza y la pobreza aumenta y surgen nuevas formas de marginalización. La realidad de la educación municipalizada es alarmante. Se encuentran profundamente comprometida la eficiencia del proceso de escolarización y el sentido de la promisión escolar cuando no hay certeza respecto de la real calidad del aprendizaje de nuestros muchachos. Quizás el conocimiento escolarizado se construye y se muestra eficiente, en una modalidad particular, dentro de la cultura escolar y la realidad del aula, pero no sabemos cuál es su real calidad, efectividad y eficiencia en el medio social en el que el estudiante debe desenvolverse. Muchos docentes se preguntan, no sin razón ¿estoy ayudando realmente a mis estudiantes?, ¿les proveo de la enseñanza que requieren para enfrentar el futuro con seguridad? Lo cierto es que muchos de los miles de docentes que se desempeñan en este escenario educativo ya se ha dejado de hacer esta pregunta por la difusión en la cultura escolar de una suerte de "determinismo darwinista" que les hace pensar que la suerte de sus estudiantes ya está echada por el contexto sociocultural de los niños y por los rasgos estructurales del sistema nacional de educación que, para nuestra desgracia, no hace más que reproducir la pobreza existente.

Cambiamos la legislación educativa, cambiamos la metodología del aula, cambiamos las herramientas e instrumentos didácticos pero, ¿qué pasa con la evaluación? ¿Está respondiendo a las necesidades personales del estudiante?

A la luz de estas reflexiones, tengo la convicción de que dos son los factores fundamentales que el docente debe abordar en su acción educativa: la promoción de un educación basada en valores y principios culturales democráticos, y el desafío de apropiarse del currículum, de las teorías de aprendizaje y de la discusión contingente del enfoque pedagógico del "aprendizaje por competencias". Los docentes somos los convocados a asumir el desafío de disminuir los niveles de pobreza dentro del escenario de la acción social que nos compete de la que somos capaces. El docente, a nuestro entender y siguiendo los designios de Freire, es un agente de transformación social, por cuanto es necesario abordar el desafío de desarrollar una acción pedagógica acorde a la cultura contemporánea, no permeada de la siempre fácil crítica ideológica, sino que colmada de preocupación por contribuir al éxito de nuestros propios estudiantes.